lunes, 22 de agosto de 2016

Flor de cactus.

Tuve la gran suerte de verte florecer. Y digo la gran suerte porque ahora comprendo que fue un evento efímero, como una estrella fugaz (no olvidé pedir el deseo). No sé si tuvo que ver el ambiente de ese momento, quizás se daban las condiciones para tirar de la manta de una vez, para abrir los ojos, para deshacerse del disfraz y vestirse de uno mismo, para bajar los escudos, tirar las armas, y simplemente ser. Tal vez fui yo una buena jardinera, me gusta pensar que fue así. Ojalá influyeran en ti mis ansias de libertad, quisiera saber que mi mano fue ese apoyo necesario, y mi sonrisa el empujón que te faltaba. O a lo mejor, sencillamente, tocaba, fue un fenómeno casual, que puedo darse en ese instante como en cualquier otro. Pero en definitiva fui yo quien estaba ahí para ver cómo se abrían tus pétalos, cómo se desplegaban tus alas, cómo rompías barrotes. Mi triste sorpresa fue observar que te marchitabas muy rápido, de repente, casi sin terminar de florecer, y te volvieron a crecer los pinchos, y te alejaste de mí. A veces dudo de si fue una ilusión, algo que deseaba tanto que yo misma lo imaginé. Ahora te miro y te encuentro tan solo y apagado, tan imperturbable, tan rígido, tan a la defensiva, que me doy cuenta de que lo que viví contigo fue solo una fuga en tu sistema, una irremediable vía de escape. Quizás un silencioso S.O.S. y no tuve suficiente para pagar tu rescate.

Ojalá vuelvas a florecer, y ojalá yo esté contigo para verlo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario